La Cuarta Transformación va en serio, va cambiando
paradigmas, generando nuevos esquemas pero que son antiguos, clásicos del
sistema priista que gobernó a México durante el siglo XX.
La fusión de la Iglesia y el Estado que separó Benito
Juárez García hoy se encuentra en entredicho: un Estado laico pero que se
sostiene por principios religiosos no coercitivos no castigados por Ley.
La omisión en la persecución de delitos flagrantes como
el caso ODEBRECH o LA ESTAFA MAESTRA con Rosario Robles permanecen en el
silencio, en la obscuridad sin que se observe la acción clara de castigar esos
delitos.
Andrés Manuel López Obrador obtuvo la victoria gracias a
que supo capitalizar el hartazgo de la ciudadanía que observaba el comportamiento
de la clase política, cada vez más descarada.
Escándalos, abusos y estupideces, marcaron el sexenio de Enrique Peña Nieto.
Ahora las consecuencias se encuentran a la vista: un Estado improvisado que actúa por inercia, un Estado cansado, viejo y rancio.
Los principales actores políticos rebasan los setenta años de edad y lo que no, piensan como ellos, en la instauración de un Estado Socialista como lo propuso Lázaro Cárdenas hasta Luis Echeverría.
El coqueteo con países de corte Marxista-Leninista hoy es más vigente que nunca. Ahí está México-Venezuela.
En Oaxaca, los paradigmas también van cambiando.
Un gobernador de aparador como Alejandro Murat, mal asesorado, que quiere encajar en un nuevo sistema político.
A lo anterior, se le suma el ex gobernador Ulises Ruiz Ortiz que busca la dirigencia nacional del PRI y se placea en Oaxaca como si su gobierno hubieras sido el mejor del mundo.
Este funesto personaje fue tundido en redes sociales, le reclamaron los hospitales que dejó inconclusos y el robo descarado del presupuesto público.
Los paradigmas han cambiado.